La ciudad hace visible lo que la sociedad es en cada momento, como un reflejo. Pienso en mi cuerpo como elemento de supervivencia en la ciudad contemporánea, y me surge la duda de si realmente queremos sobrevivir a ella, o a nosotros mismos.
La ciudad es un traje que me envuelve, y para sobrevivir en ella necesito una protección, un sistema inmunitario que me protege y me permite moverme en ese espacio libremente, como un traje de neopreno para entrar en el agua, una segunda piel que no me produce rechazo.
Si soy lo que vivo, mi felicidad depende de mi entorno, pero a veces es difícil ser feliz en un entorno como la ciudad contemporánea, movida por la economía, un motor que no funciona pero que contamina casi todo; y donde la política ha olvidado que su fin es estar al servicio de la ciudad. Menos mal que la sociedad de vez en cuando decide abandonar su letargo, se pone el traje de superviviente e intenta interferir en el rumbo de las cosas, contribuyendo, en mayor o menor medida, a hacer de la ciudad otra cosa. Y ese traje, esa envoltura, su significado y lo que implica, es lo que me interesa.
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